En el centro de Sicilia, cerca de la ciudad de Enna, se encuentra una laguna rodeada de verdes praderas cubiertas de flores variadas y árboles frondosos. Allí, entretenida entre la floresta, estaba un día, junto con otras doncellas, la hermosa Perséfone, hija de Deméter y su hermano Zeus.
¡Qué alegría para la vista la variedad de flores:rosas, lirios, jacintos, narcisos! ¡Qué regalo para el olfato sus diversas fragancias! Así entretenida, disfrutaba, arrancando flores, correteando y jugando con sus compañeras.
No lejos estaba el fin de tanta dicha inocente, pues quiso Eros que el soberano del mundo subterráneo, el renombrado Hades, sintiera amor por la joven y, abriendo la tierra con violencia, emergió en su carro tirado por caballos inmortales y, sin mediar palabra ni galanteo, se llevó, forzada, a Perséfone, quien, de miedo, dejó caer las fragantes flores, y quedaron pisadas y esparcidas como si un brusco viento hubiera intervenido.
Lloraba y gritaba la pobre Perséfone; auxilio pedía con todas sus fuerzas mientras el carro se alejaba del lugar, pero su voz aminoraba conforme penetraban la dura tierra en dirección al Tártaro, y nadie la oía.
Una ninfa, Ciane, trató de ayudarla, pero su osadía la convirtió en azulada corriente, y líquida fluyó sin poder hablar. Nadie, pues, sabía decir dónde estaba Perséfone; nadie respondía a las preguntas de Deméter quien, desconsolada, buscaba y buscaba a su hija por toda la tierra.
La pena por la ausencia de su hija la llevó por todo el orbe sin perder la esperanza de encontrarla, pero cuando finalmente Helio, que todo lo ve, le informó de lo ocurrido, la tristeza se mudó en rabia, el dolor en amenaza, y la tierra vio sus frutos morir porque la diosa resolvió hacerla estéril hasta que se le restituyera a su hija.
Por ello Zeus decidió intervenir para no causar mayor desgracia en la tierra y tuvo que exigir a su hermano que devolviera a la joven.
Dado que también árboles crecen en el Tártaro, la inocente Perséfone quiso probar el fruto maduro, y no sabía que ley más grande no existe, para impedir salir de aquel mundo, que la de guardar ayuno y no comer del granado. Así que Ascálafo, hijo del Aqueronte, la descubrió probando los dulces granos, y su delación causó doble daño: inexorablemente Perséfone tendría que permanecer cierto tiempo del año junto a Hades, tres meses o seis, y el resto lo disfrutaría junto a su amada madre; por su parte Ascálafo, por ver y no callar, se vio convertido en búho, ave nocturna que ve en la oscuridad, cumpliéndose así la voluntad de Deméter.
Imágenes:
* Proserpina, D.G. Rossetti. De la web.
**Fuente de Proserpina, Enna. Sicilia.
¡Qué alegría para la vista la variedad de flores:rosas, lirios, jacintos, narcisos! ¡Qué regalo para el olfato sus diversas fragancias! Así entretenida, disfrutaba, arrancando flores, correteando y jugando con sus compañeras.
No lejos estaba el fin de tanta dicha inocente, pues quiso Eros que el soberano del mundo subterráneo, el renombrado Hades, sintiera amor por la joven y, abriendo la tierra con violencia, emergió en su carro tirado por caballos inmortales y, sin mediar palabra ni galanteo, se llevó, forzada, a Perséfone, quien, de miedo, dejó caer las fragantes flores, y quedaron pisadas y esparcidas como si un brusco viento hubiera intervenido.
Lloraba y gritaba la pobre Perséfone; auxilio pedía con todas sus fuerzas mientras el carro se alejaba del lugar, pero su voz aminoraba conforme penetraban la dura tierra en dirección al Tártaro, y nadie la oía.
Una ninfa, Ciane, trató de ayudarla, pero su osadía la convirtió en azulada corriente, y líquida fluyó sin poder hablar. Nadie, pues, sabía decir dónde estaba Perséfone; nadie respondía a las preguntas de Deméter quien, desconsolada, buscaba y buscaba a su hija por toda la tierra.
La pena por la ausencia de su hija la llevó por todo el orbe sin perder la esperanza de encontrarla, pero cuando finalmente Helio, que todo lo ve, le informó de lo ocurrido, la tristeza se mudó en rabia, el dolor en amenaza, y la tierra vio sus frutos morir porque la diosa resolvió hacerla estéril hasta que se le restituyera a su hija.
Por ello Zeus decidió intervenir para no causar mayor desgracia en la tierra y tuvo que exigir a su hermano que devolviera a la joven.
Dado que también árboles crecen en el Tártaro, la inocente Perséfone quiso probar el fruto maduro, y no sabía que ley más grande no existe, para impedir salir de aquel mundo, que la de guardar ayuno y no comer del granado. Así que Ascálafo, hijo del Aqueronte, la descubrió probando los dulces granos, y su delación causó doble daño: inexorablemente Perséfone tendría que permanecer cierto tiempo del año junto a Hades, tres meses o seis, y el resto lo disfrutaría junto a su amada madre; por su parte Ascálafo, por ver y no callar, se vio convertido en búho, ave nocturna que ve en la oscuridad, cumpliéndose así la voluntad de Deméter.
Imágenes:
* Proserpina, D.G. Rossetti. De la web.
**Fuente de Proserpina, Enna. Sicilia.