domingo, 2 de diciembre de 2007

Discurso de Defensa por el Asesinato de Eratóstenes.9 bis (El nacimiento)


“ἐπειδὴ δὲ τὸ παιδίον ἐγένετο ἡμῖν,…”
“Pero cuando nos nació el niño…”

Eran varias las divinidades relacionadas con el nacimiento: Ilítia, diosa de los alumbramientos, cuya sombra protectora ayudaba a la madre en su dolor; Hera, diosa del matrimonio legítimo y , por tanto, aliada de las mujeres casadas, cuya misión es tener hijos; Ártemis, que por haber ayudado a su madre a traer al mundo a su hermano gemelo Apolo, fue la protectora de los recién nacidos; e Ifigenia, a quien en un templo en Braurón (cerca de Atenas), como sacerdotisa de Ártemis, se le consagraban los ropajes de las mujeres muertas en los alumbramientos.

El nacimiento de un hijo tenía lugar en la propia casa, y la parturienta, acompañada por las otras mujeres de la familia, era atendida por una comadrona, no por un médico.

Ésta, era una mujer entrada en edad y, por tanto, ya no apta para concebir, pero que lo hizo tiempo atrás, de manera que, tanto su propia experiencia como el saber adquirido con la práctica de los años, le proporcionaban una autoridad respetada en cuestiones femeninas.
Se pensaba que, a diferencia de la diosa Ártemis, una mujer no era capaz de ser experta en algo que no había vivido personalmente, por tanto no podía ejercer de comadrona una mujer estéril; pero por otra parte, por el hecho de ser aqu
ella una diosa sin hijos, en su honor, las comadronas no podían ser mujeres en edad de concebir.

Su saber les permitía averiguar con prontitud si una mujer estaba embarazada o no, y por medio de drogas podían provocar las contracciones o mitigarlas; también practicaban abortos, si era conveniente.
Su habilidad se ponía a prueba en el momento del corte
del cordón umbilical y al atar el cordón al niño, evitando que muriera por hemorragia.
Además, eran unas habilidosas casamenteras, pues hacían gala de tener “ojo clínico” para recomendar las parejas que tendrían los mejores hijos.

A ellas acud
ían también las mujeres cuando tenían algún problema o enfermedad de carácter “íntimo”.


Pasado todo el peligro, y con una criatura más en el mundo, la mujer era evitada por el marido, pues se pensaba que, por el contacto con la sangre, permanecía en estado impuro, y por ello se sometía a un ritual de purificación, acompañado de un sacrificio y ofrendas textiles dedicadas a Ártemis, probablemente el mismo día en que el padre reconocía y aceptaba a la criatura como hijo legítimo (al quinto o séptimo día, pues a partir de ese día aumentaban las posibilidades de que el recién nac
ido sobreviviera).

El ritual del reconocimiento por parte del padre recibe el nombre de fiesta de las Anfidromías, y consistía en una carrera del padre alrededor del hogar con el bebé en brazos; luego lo depositaba en el suelo, todo ello en presencia de los miembros de la familia.
Con este ritual, el niño era incorporado al hogar familiar y al grupo social de la polis.

De decidir el padre abandonar a la criatura, exposición, por el motivo que fuera (por ser ilegítimo, por exceso de hijos, por falta de recursos para criarlo, por ser hembra…) lo debía hacer en los días anteriores a las Anfidromías, cuando el niño, a ojos de todo el mundo, todavía no tenía existencia real.

Igualmente legítima era la práctica del aborto, que se producía en la mayor parte de los casos entre el séptimo y los cuarenta primeros días, siempre con el consentimiento del marido.

Para evitar el embarazo se utilizaban métodos anticonceptivos como los que cita Aristóteles en el libro VII,20 de su Historia de los animales: “Esta es la razón por la cual, en ciertos casos , se practica, en la parte de la matriz en donde cae el esperma, una unción con aceite de cedro o con albayalde o con incienso diluido antes en aceite”.

Fuentes:
-Platón, Teeteto, 149ª. The Perseus Digital Library.
-Aristóteles, Investigación sobre los Animales. Libro VII. Trad. de Julio Pallí Bonet. Madrid: Gredos, 1992

Bibliografía:
-
Louise Bruit Zaidman, “Las hijas de Pandora”, en Historia de las mujeres. I- La Antigüedad. Trad. de Marco Aurelio Galmarini. Madrid: Taurus, 1993

Imágenes:
*Fuente de Diana, en Ortigia. Sicilia
**Detalle Mosaico de la Villa del Casale , en Piazza Armerina. Sicilia

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