En lo que respecta a la condición jurídica del esclavo, ya hemos dicho que es un ser vivo que pertenece a su dueño, como un elemento más de su propiedad, que puede ser comprado, vendido y alquilado; en varios discursos privados de Demóstenes leemos que son inventariados junto con el resto de haberes cuando se trata de clarificar el valor total de una herencia.
No tenían ningún derecho, carecían de vida privada, no recibían ninguna educación y no podían tener hijos sin el consentimiento de sus amos.
Por otro lado, los esclavos domésticos participaban en los rituales y celebraciones de la casa, (en Las Coéforas de Esquilo, el coro de esclavas, portando ofrendas y realizando las típicas muestras de dolor, acompaña a Electra ante la tumba de Agamenón); si enfermaban se les cuidaba, y eran enterrados en la sepultura familiar.
Los comprados entraban en la nueva casa tras un ritual de acogida y, por los testimonios que nos han llegado, parece que algunos esclavos pudieron tener un trato cordial y afable por parte de sus dueños:
-Jenofonte, Económico, IX, 12:
Respecto a su ama de llaves: “La enseñamos también a ser afectuosa con nosotros, compartiendo con ella nuestras alegrías cuando las teníamos e invitándola a participar de nuestras penas si las había. También la educamos para que se interesara en aumentar la hacienda, haciéndola colaboradora en las decisiones y partícipe en los éxitos. También le inculcamos la justicia…”.
Los que eran liberados o manumitidos pasaban a la categoría de metecos, con lo cual, en caso de prosperar, podían tener sus propios negocios, pero seguían manteniendo ciertas obligaciones con la familia a la que habían pertenecido.
Algunos dieron muestra de tal comportamiento fiel, juicioso y honrado, para con sus amos y también para con la ciudad, que llegaron a obtener el derecho de ciudadanía.
Un ejemplo digno de mención lo tenemos en el discurso en otro lado citado de Demóstenes Excepción a favor de Formión, un esclavo liberto a quien su antiguo amo Pasión ,que también fue esclavo, nombra como arrendatario de su banco y de su fábrica de escudos y, al morir, le lega en su testamento la mujer y la tutela de su hijo menor (en vez de al hijo mayor de edad), prueba del crédito y aprecio que inspiró a su antiguo amo.
Por otra parte, ante un tribunal de justicia, su testimonio, de ser requerido, era admitido únicamente bajo tortura. Al procedimiento se le llamaba πρόκλησις , que suponía una provocación, un reto entre los litigantes, que no siempre se aceptaba por la parte contraria, y según los intereses de los encausados o bien se ensalzaba como medio de prueba o se criticaba duramente.
En el discurso de Demóstenes, Contra Onétor I, 37 podemos leer:
“Vosotros, ciertamente, en el terreno privado y en el público consideráis el tormento como el más exacto de todos los medios de prueba, y siempre que ha habido testigos presenciales de condición esclava y libre, y hace falta averiguar lo que se investiga, no recurrís a los testimonios de los libres, sino que sometiendo a tortura a los esclavos tratáis de descubrir la verdad de esa manera”.
En el discurso de Lisias Defensa sobre el tocón de un olivo sagrado, 34 leemos:
“Aún más, consejeros, considerad esto otro: me presenté con testigos ante él para decirle que tenía todos los esclavos que adquirí cuando entré en posesión de la finca, y que estaba dispuesto, si quería, a poner en sus manos a cualquiera para tormento –porque pensaba que así era más segura la verificación de sus palabras y de mis actos-. Mas éste no aceptó, alegando que no hay credibilidad alguna en los esclavos…”.
Y en Contra Onétor I, 35, de Demóstenes leemos:
“…y sabiendo a ciencia cierta que la mujer continuaba viviendo con él, le reclamé tres esclavas que sabían que la mujer seguía cohabitando y que los bienes se hallaban en poder de los citados individuos, con el fin de que no hubiera sobre dichos puntos sólo palabras, sino también pruebas de tortura. Pero éste, al hacerle yo ese requerimiento, y aun cuando todos los presentes manifestaban que mis razones eran justas, no quiso recurrir a ese riguroso medio…”.
Para acabar, hay que decir que no en pocas ocasiones vemos, en la Comedia Ática, en las historias relacionadas con la vida cotidiana que Aristófanes nos ha legado, el ir y venir de los esclavos que, aún siendo mandados, muestran una actitud pícara, insolente, astuta y desvergonzada respecto a sus amos, a veces incluso más sensatos y listos, y casi siempre con pocas ganas de trabajar, perfil que se explotará en mayor medida en la Comedia Nueva y en la Comedia Latina.
Demóstenes, “Contra Onétor, por expulsión y desposesión, I ” y “Escepción a favor de Formión” en Discursos Privados I. Trad. de Jose Luis Colubi Falcó. Madrid: Gredos, 1983.
Lisias, “Areopagítico. Discurso de defensa sobre el tocón de un olivo sagrado” en Discursos. I. Trad. de Jose Luis Calvo Martínez. Madrid: Gredos, 1988
Jenofonte, Económico. Trad. de Juan Zaragoza. Madrid: Biblioteca Clásica Gredos, 1993Imagen: Detalle fachada de un palacio en Módica. Sicilia