Océano y Tetis tuvieron una larga descendencia formada por todos los ríos y corrientes líquidas, que recorrían todos los rincones de la tierra y alcanzaban las profundidades del mar.
Según Hesíodo, Éstige fue la más sobresaliente de la estirpe femenina, la mayor, y como brazo principal de Océano, quien con su corriente envolvía la tierra, al mismo tiempo ocupaba (como diosa) y recorría (como agua) el mundo subterráneo.
Océano, rodeando la tierra, y Éstige, en su interior, padre e hija, estaban físicamente conectados y ambos estaban asociados al mundo de los muertos.
A excepción del texto de Hesíodo, quien la presenta primero como diosa y después como agua, normalmente encontramos que se alude a Éstige mencionando sus aguas, tal como leemos en Homero.
Hesíodo nos dice que de su unión con Palante (hijo de Euríbia y Crío) Éstige tuvo a Celo, Nike (Victoria), Cratos (Poder) y Bía (Fuerza), y que madre e hijos fueron los primeros en presentarse ante Zeus como aliados para luchar contra los Titanes. Ello supuso que, en el reparto de honores que hizo el Crónida, los hijos de Éstige fueran recompensados con excelentes dones y la distinción de sentarse siempre al lado del propio dios. Así, entre otros motivos, se explica que el triunfo y gloria de Zeus sean siempre incuestionables, al estar contínuamente acompañado por los hijos de aquella.
Éstige, fue instalada en el lugar opuesto, en las profundidades de la tierra, pero no con menor honor, pues se convirtió en la garante de los juramentos de los dioses. Con tal privilegio aparece desde Homero, tanto en la Ilíada como en la Odisea, y muy detalladamente explica Hesíodo las consecuencias nefastas para aquel de los dioses que cometía perjurio.
El juramento por el agua de Éstige conllevaba supuestamente una libación, expresión del contacto directo con la diosa quien, actuando de juez, condenaba al perjuro.
Para los dioses, el castigo consistía en el destierro, el apartamiento del grupo, y el ayuno, la privación del néctar y la ambrosía, alimento de los inmortales; y ello durante un período de nueve años.
La divinidad desterrada era víctima como de una enfermedad que suponía entrar en coma y permanecer exánime y sin habla. Ni participaba de los banquetes ni de las asambleas divinas, las dos ocupaciones principales de los dioses.
Para el período de nueve años de castigo encontramos paralelismos en la Ilíada, cuando Hesfesto cuenta que estuvo ese mismo período de tiempo apartado y escondido en el fondo del mar con Tetis y Eurínome, al ser arrojado por Hera desde el Olimpo a causa de su cojera. También Prometeo, según Esquilo, estuvo los mismos años encadenado a causa de su traición a Zeus.
Pausanias en el libro octavo de su Descripción de Grecia, dedicado a Arcadia, describe un paraje natural próximo a Nonacris en el que se encontraba un precipicio muy alto por el que fluía una corriente que los griegos llamaban Éstige, cuyas aguas venían a parar al río Cratis.
Dando un salto al mito, Pausanias referencia los autores que habían hablado del agua de la otra Éstige, la del mundo subterráneo: Hesíodo, Epiménides y con especial mención Homero, por ser el primero.
A continuación, habla de las propiedades nocivas de la corriente arcadia, pues estropeaba totalmente casi todos los materiales que entraban en contacto con su agua; incluso se hablaba de que pudieran estar contaminadas o envenenadas por causar en cierta ocasión, parece ser, la muerte a unas cabras que habían bebido en ella. Solamente se libraba de este poder destructor el casco de caballo, y no explica por qué.
La mala fama de la Éstige arcadia llegó a relacionarse incluso con la muerte de Alejandro Magno, pues algunos habían dicho que éste había sido envenenado con sus aguas, pero eso era algo que el propio Pausanias ni confirma ni desmiente, lo deja a la rumorología.
Parece ser, que desde la Antigüedad se establecieron comparaciones entre la Éstige arcadia y la mítica en estos dos aspectos: en cuanto al paraje natural, que en ambos se trataba de un risco muy elevado por el que destilaba una corriente muy fría que iba a parar a un agua mayor; y en cuanto a las propiedades del agua misma, nocivas y perjudiciales.
Contrariamente, en el mito, si recordamos el interés de Tetis de sumergir a su hijo Aquiles en la corriente subterránea con la intención de inmortalizarlo, encontramos en el agua una propiedad que se opone a los efectos causados a los dioses que cometen perjurio, lo que sirve para corroborar al menos, a pesar de esta oposición o precisamente por ella, sus propiedades verdaderamente sobrenaturales.
*Imagen: de la web. J Patinit, Caronte cruzando la laguna Estigia, s. XVI. Museo del Prado
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