jueves, 18 de octubre de 2007

El oficio de logógrafo.

No poseemos mucha información sobre el oficio de logógrafo. Los autores antiguos parece que apenas repararon en esta actividad: el escritor ático no sintió la necesidad de evocar una ocupación muy conocida, pero poco apreciada, aunque necesaria para el funcionamiento del sistema judicial ateniense, y los representantes de la segunda sofística, interesados más por el aspecto literario de sus estudios, apenas mostraron interés por una práctica judicial que había perdido el vigor que la alentaba en el siglo IV.

De época romana son dos anécdotas que ofrecen la imagen más completa de este oficio:

Plutarco en De Garrulitate, 4 nos muestra a Lisias con un cliente: Lisias había hecho llegar a un cliente el discurso que le había encargado. Una vez éste lo leyó varias veces, se dirigió a Lisias y le expresó su decepción, diciéndole que en un primer momento el discurso le había gustado, pero a la segunda lectura, y a la tercera, le había parecido deslucido y sin empaque. Ante esto, Lisias se echó a reír y le espetó si pretendía pronunciarlo más de una vez delante de los jueces.

La otra anécdota la encontramos en Cicerón, De Oratote, I,231: Lisias presentó un discurso a Sócrates para que lo aprendiera de memoria y lo pronunciara ante los jueces para su defensa. Sócrates lo leyó, y le pareció bien escrito, pero le dijo que era como si le ofreciera unos zapatos de Sición, él no los calzaría nunca aunque fueran muy cómodos y elegantes pues, según él, no eran apropiados para un hombre.

En ambos casos se alude a un texto que un experto propone a un cliente para que lo pronuncie ante un tribunal. En esto consiste el oficio de logógrafo, de manera específica, durante el siglo IV a C.

Sus contemporáneos vieron en el logógrafo a un escritor público, un técnico del discurso que escribe para provecho de otro, un especialista que compone y redacta un discurso para que otro se sirva de él ante los tribunales , a cambio de dinero.

No obstante, esta precisión del término en el siglo IV contrasta con la ambigüedad con que lo vemos usado antes y después de ese siglo.

El término de logógrafo aparece por primera vez en Tucídides, y desde entonces, al confrontar los distintos testimonios que lo atestiguan, se observa que ha experimentado cambios de sentido a lo largo del tiempo, y produce ambigüedad por ser utilizado para designar funciones diferentes en diversos momentos:

Así, se utiliza con el sentido de prosista, por oposición al poeta; de historiador, como sinónimo de συγγραφεύς o λογοποιός ; de redactor de discursos; de redactor de discursos judiciales; incluso se asimila al sofista, con connotaciones despectivas; de escritor ; de declamador; incluso se aplicará el término, aunque ya muy tardíamente, a los redactores de tratados literarios.

Con todo lo anterior, parece que el significado fundamental de logógrafo es el de prosista, y según ello los primeros historiadores griegos merecen ser llamados así.

En el s IV el término designó de manera específica al redactor de discursos judiciales, y es este significado preciso, que caracteriza una época literaria, el que ha sido retenido por los lexicógrafos, para quienes el logógrafo es definido como ὁ δίκας γράφων (el que redacta discursos judiciales).


Imágen:

* Eclesiasterion, junto al Museo Arqueológico. Valle de los Templos, Agrigento, Sicilia.

2 comentarios:

Isabel Barceló Chico dijo...

Pues mira, a mí no me hubiera disgustado esa profesión. Es más, me resulta muy atractiva y viene a demostrar el gran poder de la palabra. Besos, querida amiga.

Plumalba dijo...

Yo me he decidido a declararme logógrafo: http://miedoslibres.wordpress.com/about/

Un saludo!