Es un hecho el que en la tradición occidental, tratando de motivos mitológicos en las creaciones artísticas, unos personajes han sido más favorecidos que otros, en el sentido de ser motivo de inspiración para los artistas , en función del rol que esos personajes hayan desempeñado en el conjunto del corpus mitológico, y la interpretación o recepción que en Occidente, a lo largo de los siglos, ese mismo rol haya experimentado.
Volviendo a Hera, sabemos que es la hija mayor de Cronos y Rea, que fue criada por sus tíos Océano y Tetis, que tuvo el honor de casarse con el soberano Zeus, su hermano pequeño, después de un largo noviazgo de trescientos años , y que tuvo cinco hijos.
El procedimiento del rapto y de la transformación física para consumar sus apetitos sexuales fue muy recurrente en Zeus, y ya lo puso en práctica con Hera.
Se cuenta que encontrándose Hera sola en el monte Cóccige, Zeus adoptó el aspecto de cuclillo y se posó en su regazo; en el momento de arroparlo el dios recuperó su forma propia y trató de forzarla. Ella le suplicó que la respetase y el le prometió hacerla su esposa.
Otra tradición relacionada con la unión de la pareja presenta a Zeus raptando a Hera y llevándola al monte Citerón para desposarla, pero Hera logró escapar. Más tarde, Zeus para recuperarla, finge organizar un cortejo nupcial para casarse con otra mujer, que no era más que una figura de madera ataviada con un vestido de boda, de manera que Hera al enterarse acude , celosa, a estropear la fiesta pero, cuando descubre el engaño, se apacigua y acepta complacida el honor de ser la novia.
Hay, por tanto, entre estos dos dioses una relación prematrimonial compleja, de larga espera, de fingimiento, enmascaramiento de la realidad, rapto, enfados, celos y separaciones, que preludia la peculiar relación que tendrán posteriormente como marido y mujer.
Que amaba profundamente a su esposo parece indudable, pues no existe ninguna historia de infidelidades por parte de ella, de ahí que se la considere la representante de la fidelidad conyugal, y la defensora de la unidad familiar, y por estas cualidades los mismos griegos la veneraron por doquier y en todas las épocas, especialmente en Argos, Samos y Olimpia, erigiendo magníficos templos en su honor.
Durante la vigencia de la polis griega, el concepto de familia fue fundamental: la familia garantiza herederos legítimos, auténticos ciudadanos, que velarán por el patrimonio individual y por el de la comunidad. De ahí la importancia de la unión conyugal, sustentada por un contrato privado entre dos partes, antes que por un sentimiento recíproco de amor sincero. La distancia , a nivel afectivo, entre marido y mujer propia del matrimonio en época clásica, y la legislación existente relativa al adulterio, que trata diferentemente el del marido y el de la mujer, explica que en el ámbito de la relación marital sea Hera, y no Afrodita, la divinidad venerada.
Desde el principio ya entendió Hera que no sería su amor con Zeus exclusivo, pues no fue ella precisamente la primera diosa con quien él tuvo relaciones y descendencia: según Hesíodo la precedieron Metis, Temis, Eurínome, Deméter, Mnemósine y Leto, y nunca le prometió ser la última. De hecho, después de ella, los escarceos amorosos extramatrimoniales del olímpico con otras divinidades menores y mujeres mortales serán el pan nuestro de cada día.
Estas infidelidades de Zeus ,y su particular manera de ser padre engendrando en solitario una hija, Atenea, sin la colaboración de mujer, haciendo alarde de su extraordinario poder, marcarán de manera significativa la relación de la soberana pareja.
(Imágenes del templo de Hera en Agrigento, Sicilia)
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